La magia de los retratos.

Pocos artículos personalizados tienen tanta fuerza como un retrato pintado. El rostro de una persona querida o el tuyo propio reflejado en una obra de arte.

Un retrato pintado refleja el alma del modelo. Algo que la fotografía ha conseguido lograr en contadas ocasiones.

Cuando apareció la fotografía a finales del siglo XIX se pensó que la pintura perdería para siempre su carácter documental. No haría falta pintar nunca más retratos, paisajes, ni escenas reales.

La tecnología se encargaría de ello con un simple fogonazo de luz. Plasmándolo en una película, susceptible de ser rebelada en papel. Se reproducía la realidad del momento con menos medios y en mucho menos tiempo. Con un nivel de realismo asombroso.

La misma imagen que entraba por nuestros ojos quedaba impresa en una fotografía. Pudiendo sacar tantas copias como quisiéramos, resultando completamente idénticas.

Fue entonces cuando la pintura estuvo obligada a reinventarse. A desempeñar otro papel. Nace entonces el impresionismo francés: Manet, Renoir, Degás, Cezzane, Gaugin, Toulouse-Lautrec. Y el postimpresionismo de Vincent Van Gogh.

Los pintores ya no debían reflejar la realidad, sino transmitir impresiones. Debían suscitar una reacción en el espectador que observaba sus cuadros.

A principios del siglo XX, al calor de los profundos cambios económicos, tecnológicos, sociales y políticos que traía el nuevo siglo, surgen las vanguardias. El cubismo, el expresionismo, el surrealismo, el arte abstracto. El arte se estaba revolucionando en un sinfín de direcciones.

Sin embargo, las personas, que se lo pueden permitir, siguen encargando a los pintores retratos. Se han dado cuenta de que la fotografía no puede transmitir con tanta fuerza la personalidad del retratado. En el retrato, el artista deja su sello personal. Algo que en la fotografía solo podía hacerlo con el uso de la luz y la mirada, no en la realización en sí de la obra.

Los pintores están encantados de aceptar los encargos. Es una forma de conseguir ingresos. De trabajar haciendo lo que les gusta. La mayoría de ellos saben que es muy difícil vivir del arte vendiendo sus propias creaciones. Entran en juego varios factores, no solo la calidad del pintor. Van Gogh, por ejemplo, solo vendió un cuadro en su vida y se lo compró su hermano.

Desde la antigüedad se ha contratado a los pintores para hacer retratos. A esta modalidad se han dedicado algunos de los mejores pintores de la historia. Estos son algunos ejemplos.

Velázquez.

Diego Rodríguez de Silva y Velázquez era el pintor de cámara de Felipe IV. Autor de las “Meninas”, un fantástico retrato de las infantas y su séquito con una composición maestra en la que aparece hasta él retratado, discretamente, en un segundo plano. Velázquez pinta varios retratos del monarca, incluido uno a caballo. De Isabel de Borbón, primera esposa del rey, y de la reina María de Austria, madre del futuro rey Carlos II. Del príncipe Carlos, varios de la infanta Margarita, varios del Conde Duque de Olivares. E incluso un retrato del Papa Inocencio X y del poeta Luis de Góngora.

Velázquez es un maestro en utilizar el foco y la perspectiva. De guiar la mirada del espectador a un punto del cuadro sin menospreciar el resto de los detalles. Es un pintor perfeccionista, capaz de embellecer la realidad que está pintando.

Según cuenta la web Historia-arte.com, Velázquez fue a Madrid a buscar fortuna porque llegó un momento en que Sevilla, su ciudad natal, se le quedaba pequeña. Pidió trabajo en la corte, pero fue rechazado en un primer intento. Persistió, sabía que las condiciones eran propicias.

El imperio español había entrado en declive. Con ingleses, holandeses y franceses disputándose sus posesiones. A la corte le interesaba seguir dando una imagen de lujo y ostentación. A eso se unía la figura del rey Felipe IV, un fiasco como estatista, pero un gran amante de la pintura.

En un segundo intento, Velázquez logra llamar la atención del Conde Duque de Olivares, el que en realidad mandaba en el país. Este se lo presenta al rey y se queda perplejo con la obra del pintor sevillano.

Lo aloja en palacio y le obliga a pintar un sinfín de retratos. Hasta de los enanos y bufones con los que jugaban sus hijos. Velázquez, que no era especialmente trabajador, quería que le contrataran como asesor cultural. Un cargo que le permitiera visitar a menudo Italia y estar al tanto de las últimas tendencias artísticas. Pero el rey le puso a trabajar sin cesar.

Goya.

Francisco de Goya y Lucientes retrató a las personalidades más influyentes de la España de principios del siglo XIX. Es autor de “La maja vestida” y “La maja desnuda”. Un cuadro, que según cuenta la leyenda, es un retrato de la duquesa de Alba, con el rostro de una de sus criadas, para pasar desapercibida. También es famoso el retrato de la familia real de Carlos IV, en el que aparece Godoy, el amante de la reina María Luisa de Parna. Un militar de baja graduación que a consecuencia de esta relación con la reina terminó por convertirse en Primer Ministro y en una de las personas más influyentes del país.

Según cuenta la web de la Universidad de Zaragoza, unizar.es, los retratos suponen la mayor parte de la producción pictórica de Goya. Era su principal fuente de ingresos. Cobraba, en 1800, entre 10.000 y 15.000 reales por retrato. Además de pintar a la familia real y a la duquesa de Alba en varios cuadros, Goya retrató a los ministros Floridablanca y Jovellanos, al Conde de Osuna, al Conde de Cabarrús, a la condesa de Chinchón, al General Palafox, al arzobispo de Zaragoza o al Duque de Wellington.

En sus retratos, Goya era fiel a la realidad, sin edulcorarla. Por ejemplo, pintaba el rostro de la reina María Luisa, que no era especialmente agraciada, con total realismo y sin ningún pudor. Esto no impedía que fuera uno de los retratistas más solicitados de su época.

Goya supo aprovechar el carácter comercial de la pintura para poder acometer proyectos más personales. Trabajó como diseñador de la Real Fábrica de Tapices de Aranjuez. Sus cuadros costumbristas del Madrid de la época como “El juego de la Gallinita Ciega”, “La Pradera de San Isidro” o “El Quitasol” eran los modelos con los que luego se producían las alfombras y tapices de la fábrica.

Gracias a los ingresos que les proporcionaban estos cuadros pudo hacer litografías como “Los caprichos”, en los que expresaba su opinión personal sobre determinados temas sociales de la época; pintar “Los fusilamientos del 3 de mayo”, en los que denuncia la invasión francesa durante la guerra de la independencia, o “Las pinturas negras” en los que retrataba los fantasmas y la superstición dominante en la sociedad española. Un pueblo atrasado por siglos de opresión de la aristocracia y la iglesia.

Cómo se hacen los retratos hoy en día.

Como hicieron en su día Goya y Velázquez, muchos pintores profesionales utilizan los retratos por encargo como fuente de ingresos. Eugeni Cabiró, creador de estos retratos a lápiz, nos comenta que es fundamental que el pintor de retratos pinte y dibuje todos los días. Es la práctica lo que determina la maestría.

Hoy en día, los retratos no son un lujo al alcance de unos pocos privilegiados. Por un precio razonable, cualquiera de nosotros podemos encargar un retrato nuestro o de algún ser querido para que lo realice un pintor. El tiempo de ejecución de una pintura al óleo, por ejemplo, es aproximadamente un mes.

Otra de las características de los retratos actuales es que el modelo no necesita posar. Con entregar al pintor una fotografía es suficiente. Esta servirá de base para realizar el cuadro. El uso de la fotografía como punto de partida en la pintura no es un recurso novedoso. Joaquín Sorolla ya lo utilizaba para pintar sus escenas de playa. Aunque fuera a menudo a la playa de la Malvarrosa, necesitaba las fotografías para ultimar los cuadros en su taller, sin esperar que siempre fueran las 12 del mediodía a pleno sol.

El uso de internet ha agilizado la producción artística. No es necesario realizar el encargo a un pintor de tu ciudad. Puedes encargárselo a un pintor de otra parte del país o del extranjero. Las fotografías se envían por correo electrónico y  las entrevistas con el artista por medio de Zoom u otra plataforma de videollamada.

La entrevista es tan importante como la fotografía. El artista debe conocer cuáles son las expectativas del cliente. Que es lo que quiere resaltar en el retrato. A lo largo del proceso de creación, el artista suele enviar fotografías sobre cómo va evolucionando el cuadro para que lo conozca la persona que se lo ha encargado.

Una vez terminado, el cuadro se envía por mensajería, tomando las medidas oportunas para proteger la obra en el traslado. Las condiciones económicas dependen de cada artista, pero lo más normal es que se cobre un pago a cuenta al recibir el encargo y se liquide la totalidad una vez terminada la obra.

Los retratos pintados por encargo tienen una magia especial. Transmiten y resaltan determinados aspectos de la persona retratada.