El piano es un instrumento elegante y completo. Junto a la guitarra es el instrumento elegido para componer música. Pero también, aumenta la concentración, combate el estrés y mejora el funcionamiento del cerebro. Además de su valor artístico, aprender a tocar piano entraña grandes ventajas mentales, físicas y emocionales para el alumno.
En su web, la UNIR, la Universidad Internacional de La Rioja, describe la enseñanza de la música como una herramienta idónea para aunar el desarrollo intelectual y creativo del niño. Para ellos es recomendable introducir la enseñanza musical en los planes formativos desde la más tierna infancia.
La música está integrada en nuestra vida. Nos acompaña a lo largo de toda nuestra existencia. Aún siendo adultos, nos despierta el interés de aprender a tocar un instrumento, dejar de ser un mero oyente a pasar a ser interprete. No es un camino fácil, ni inmediato, pero sí gratificante. Estas son algunas de las ventajas que reporta aprender a tocar un instrumento como el piano.
Beneficios mentales.
Como se señala en un artículo de la revista Muzikalia, estudiar piano mejora la memoria, tanto de niños como de adultos. Después de recibir clases de piano durante seis meses, el cerebro trabaja más rápido y con mayor capacidad de retentiva.
Durante la infancia y la adolescencia, los nervios pasan por un proceso que se llama mielinización; es decir, se añaden capas a los conductos nerviosos que hace que las señales viajen más rápido por el sistema nervioso. Algunos estudios médicos han descubierto que un proceso parecido sucede en adultos practicando actividades como tocar el piano.
Al tocar este instrumento activas todas las partes del cerebro a la vez. Debes estar pendiente del ritmo, el tempo, el volumen y la armonía. Al mismo tiempo debes controlar donde colocas los dedos de las manos y la posición del cuerpo. Tocar el piano potencia la concentración, algo que es clave tanto en el trabajo como en el estudio, en niños como en adultos. El piano fomenta la atención selectiva y sostenida en el tiempo.
Con el piano se mejora la coordinación entre el cerebro y los dedos. Se desarrolla la inteligencia espacial, el control de los espacios y como acceder a ellos.
Tocando un instrumento se afina el oído. Aprendes a distinguir los sonidos y a combinarlos mejor. Tener un buen oído musical facilita el aprendizaje, pero tocando un instrumento educas el oído. La música es una habilidad adquirida, se domina con la práctica. Las condiciones genéticas solo hacen que el proceso sea más rápido o más lento.
Es tan completo el trabajo mental que se realiza con el piano, que varios estudios han concluido que mejoran la capacidad resolutiva de los problemas. Los niños que aprenden a tocar música suelen tener mejores habilidades lingüísticas, sintácticas y mayor comprensión lectora.
Beneficios físicos.
Con la práctica del piano se adquiere un mayor control del cuerpo y se potencia la psicomotricidad fina, la que hace referencia a la habilidad de usar los dedos. El piano es un ejercicio de coordinación, que como nos indica la profesora de piano Kristina Kryzabovskaya se da entre el cerebro, la vista y las manos.
Con el piano se mantiene el oído siempre joven. Mejora la percepción auditiva, y al obligar al cerebro a distinguir las notas musicales, activa la funcionalidad del oído. Tal es su eficacia, que los músicos tienen la habilidad de aislar conversaciones en un ambiente con ruido de fondo.
Con el piano se ejercita la “relajación en acción”, aprender a relajarse mientras se realiza una actividad. Destensando el cuerpo, mientras se está utilizando las extremidades y ejercitando el cerebro.
Beneficios psicológicos.
Tocar el piano reduce el estrés y la ansiedad. Es una actividad tan absorbente, requiere toda la atención mental de quien lo practica, que ayuda a desconectar de las preocupaciones diarias. Se ha demostrado en adultos que previene los episodios de depresión.
Tocar música es un bálsamo que irradia alegría, transforma las emociones negativas en positivas. Es una forma de canalizar determinadas energías y hacer que redunden en felicidad. Si la música tiene la capacidad de alterar nuestro estado de ánimo, sus efectos son aún mayores si somos nosotros quien la producimos.
Sube la autoestima. Nos sentimos pletóricos cuando somos capaces de tocar nuestra primera melodía. La autoconfianza crece cuando podemos tocar el piano con las dos manos al mismo tiempo, cuando pasamos de un nivel de dificultad a otro. Y nos sentimos seguros cuando ya estamos dispuestos a tocar delante de otros, deleitando a nuestros familiares y amigos.
Tocar el piano ayuda a superar el miedo escénico. A tocar en público, ante los ojos de otras personas. Hay todo un trabajo detrás que el pianista no va a echar por la borda.
No nos vamos a engañar. Para tocar bien el piano hace falta constancia y disciplina. Es necesario estudio y mucha práctica. Es un proceso de aprendizaje por etapas. Nos enseña a apreciar que las cosas que valen la pena en esta vida requieren esfuerzo.
Al final, la música se convierte para nosotros en un vehículo de expresión. En un medio de autoconocimiento y autocontrol. Tocamos diferente cuando nos sentimos tristes, a cuando estamos contentos, dejamos que nuestras emociones se transmitan por la música. Pero al mismo tiempo no nos dejamos dominar por ellas.
La música es un canal para dar rienda suelta a nuestra creatividad, a nuestras emociones y hacer con ellas algo bello.
Aprendizaje cultural.
La música es una fuente de conocimiento. Para aprender a tocar piano has de iniciarte en el solfeo. Que es como aprender una lengua nueva. Tiene sus propios símbolos y sus propias reglas, algunas con un valor matemático. Los pedagogos indican que aprender solfeo ayuda a asimilar con más facilidad otras lenguas y ciertos conceptos científicos. Ordenan el cerebro del estudiante, le dan estructura al pensamiento.
Para aprender a dominar un instrumento necesitas una base musical. En el caso del piano se parte de la música clásica. Descubres la historia del arte a través de la historia de la música. Conociendo e interpretando a compositores de distintas épocas. Desde Bach hasta Beethoven, pasando por Vivaldi, Chopin, Debussy, Schubert, Verdi, etc.
El interés por la música te abre a otros estilos y a otras manifestaciones musicales como el blues, el jazz, el rhythm & blues o el minimalismo de Michael Nyman.
El efecto Mozart.
En 1993, los neurólogos Rauscher, Ky y Shaw, publicaron en la revista “Nature” los resultados de un experimento que realizaron con estudiantes al que denominaron “efecto Mozart.”
Mientras los estudiantes escuchaban una sonata de Mozart, resolvían mejor distintas tareas espacio-temporales. Dividieron 36 estudiantes en 3 grupos. Uno de ellos escuchaba la sonata para 2 pianos en Re Mayor de Mozart. El segundo oía instrucciones de relajación y el tercero estaba en silencio. Todos realizaban el mismo test. Los que escuchaban música obtenían mejores resultados. El efecto concluía pasados 10 minutos de la audición.
En 1997 se realizó un estudio similar con niños que demostró que las clases de música les permitían incrementar su razonamiento espacial. Un año más tarde, se sometieron a ratas de laboratorio a escuchar a Mozart durante su crecimiento, el resultado fue que eran más eficaces para encontrar la salida de los laberintos.
Este experimento, que no dejaba de ser empírico, causó sensación, y no solo en el mundo científico. En guarderías de Florida se ponían las obras de Mozart en bucle a los niños, y en el estado de Georgia alentaban a las madres a que pusieran esa música a sus hijos para favorecer su crecimiento.
El otorrinolaringólogo Alfred A. Tomatis publicó el libro “Por qué Mozart”, en el que aseguraba que recetaba la música de Mozart a sus pacientes, obteniendo mejores resultados. Llegó a afirmar que curó de depresión a varias personas.
El efecto Mozart levantó una gran polémica entre la comunidad científica. El neurólogo Christopher Chabris realizó 16 ensayos de neurociencia que le llevó a afirmar que la hipótesis del efecto Mozart era demasiado débil para pensar que tenía validez científica.
Desde entonces se han llevado a cabo 39 estudios científicos, y ninguno de ellos prueba que escuchar la música de Mozart aumente la inteligencia.
Lo que si se ha demostrado es que estudiar música estimula el hemisferio izquierdo del cerebro, aquel en el que se encuentra localizado el lenguaje, las matemáticas y la lógica. Que la música aumenta la concentración y la memoria. Y aprender a tocar un instrumento favorece elementos motrices como el ritmo y el equilibrio, sin contar la coordinación entre el cerebro y la parte de cuerpo que se emplea para hacer funcionar el instrumento.
La música fomenta la atención y la escucha. Es un medio de comunicación no verbal, como lo es el baile o las bellas artes y es un instrumento socializador. La música nos acerca a los seres humanos.
De todos los instrumentos, el piano es uno de los más completos. Puedes marcar el ritmo con una mano y la melodía con el otro. Sus beneficios son útiles para cualquier persona, con independencia de la edad que tenga y ayudan a mantener el cerebro, el oído y las articulaciones activas, evitando que se atrofien.