Mi madre dice que estoy loca por mudarme en plena pandemia y yo le digo que cuando una oportunidad se te presenta hay que coger la vida por los cuernos. Y es que, seamos realistas, una familia media no suele tener muchas opciones para mejorar su vivienda a no ser que se hipoteque para toda la vida y la verdad es que yo no tenía ningunas ganas de hipotecarme hasta las cejas, bueno ni yo ni mi marido, ni mis hijos (aunque a ellos les incumba ahora mismo poco todo esto).
La situación es la siguiente. Cuando pasamos el confinamiento en marzo no nos quedaba más remedio que aguantarnos con lo que teníamos: un piso de 80 metros cuadrados, con tres habitaciones, un baño, y un balcón han pequeño que solo puedes acceder de lado. Pero es lo que había, y pasamos esos meses como buenamente pudimos, jugando con los niños, haciéndoles la vida un poco más fácil e intentando entretenernos con lo que fuera.
Sin embargo, cuando todo aquello pasó, nuestro sueño de vivir en una casa que nos ofrezca mayores perspectivas de tener espacio al aire libre se hicieron más patentes todavía. Ya sé que todo el mundo quiere mejorar en la vida y que nosotros no somos diferentes, ni especiales, pero tenemos una principal diferencia con respecto a muchas otras personas: no queremos una vivienda unifamiliar frente al mar con piscina y todo lujo de detalles. Bueno, corrijo, no es que no lo queramos es que no pretendemos aspirar a ella y estamos conformes con eso porque lo que realmente nos gusta es la tranquilidad del campo.
Un piso en pleno centro de la ciudad, por pequeño y viejo que sea, suele tener el metro cuadrado más caro que el de una casita de campo así que cuando salimos de la desescalada empezamos a plantearnos la posibilidad de mudarnos seriamente, y al final encontramos lo que estábamos buscando: una casita de campo algo destartalada en la que no hacía falta hipotecarnos para tener que lo buscábamos. Y matizo: mi piso se vendió por 90.000 euros y la nueva casa de campo la compramos por 85.000, más gastos de escritura y pagos de impuestos al final tuvimos que desembolsar unos 92.00 euros solo por la casita de campo. Ya nos pasábamos 2.000 euros del dinero que habíamos obtenido por la casa y aún había que hacer algunas reformas y la mudanza así que sacamos un préstamo de 10.000 euros.
Conclusión: por 10.000 euros (más intereses) casita nueva en el campo. A ver, no es que nos haya costado solo 10.000 euros, es que solo hemos tenido que invertir eso para conseguirlo.
Está a 5 minutos de la ciudad por autovía y se encuentra ubicada en una pedanía con muchísimas casas similares llenas de vecinos, muchos de ellos familias jóvenes que buscaban lo mismo que nosotros así que ni estamos aislados, ni nos da miedo la mudanza.
La reforma
¿Y qué es exactamente lo que reformamos? Pues lo básico para entrar a vivir. Por un lado, fontanería y electricidad nueva, por supuesto (no queremos sustos), y ahí ya se nos fueron 4.000 euros de presupuesto. Otros 2.000 se fueron en cambiar todas las ventanas de la vivienda por otras más eficientes y aislantes en Replus Zaragoza, y los 4.000 euros restantes volaron en la estética del hogar y la mudanza.
No pensábamos cambiar los muebles, los nuestros nos gustan y están en buen estado, así que unos 1.000 euros se fueron en la mudanza y resultó económica.
Con los 3.000 euros que quedaban compramos un producto antihumedad y pintura para toda la casa en La Casa del Pintor Shop. Por supuesto, pintamos nosotros cada rincón de la casa para abaratar costes. Luego adecentamos un poco la valla exterior del terreno, que estaba algo oxidada, también con productos especiales y nuestra mano y obra. Para terminar instalamos un suelo vinílico y precioso en toda a casa por unos 2.500 euros.
Yo no sé por qué la gente le tiene tanta manía al suelo de vinilo. Está claro que no es madera, ni cerámica y que puede parecer que instalándolo estás poniendo algo muy básico en tu hogar pero a la hora de la verdad hablamos de un producto de calidad, que tiene una durabilidad estupenda, muy sencillo de instalar sin obra y que da el pego a la perfección. De hecho, quien entra ahora en nuestra casa piensa que hemos instalado tarima, jejeje. Nada más lejos de la realidad.
Ahora solo nos queda llegar a nosotros. Hoy hemos pasado la noche en casa de mi madre, durmiendo en un sofá cama y dos colchonetas hinchables, de ahí que no haya parado de decirme estamos locos por irnos al campo en plena pandemia. Está empeñada en que podemos necesitar ayuda y no encontrarla y yo le digo que le voy a ir preparando una habitación de invitados por si suben los contagios ahora en Navidad y en enero quieren venirse allí con nosotros antes de que tengan que confinarse, de nuevo, en un pequeño piso de centro de ciudad. Por supuesto, ella se mosquea.
Pero tiene que entender que esto es lo que hemos querido desde hace muchísimos años y que la pandemia lo único que ha hecho es darnos el empujón que necesitábamos para liarnos la manta a la cabeza y coger el toro por los cuernos.
Ahora, el terreno es tierra sin cuidar pero queremos hacer un pequeño huerto, un espacio de descanso con una pérgola y bonita decoración e incluso, dentro de algunos años, tal vez podamos instalar una piscina prefabricada. Nada grande, pequeña más bien, para refrescarnos en verano y disfrutar de todo el tiempo que sea posible al aire libre. Incluso estamos pensando en hacer una barbacoa de obra, en algún momento claro, y levantar un porche de obra para poder instalar también una chimenea de exterior o incluso un espacio con televisión o algún proyector para poder ver cine al aire libre en verano.
Puede que parezcan lujos, pero en realidad no lo son tanto si lo haces poco a poco y con tu límite presupuestario. Mi objetivo es, en 10 años, tener mi casa soñada, y eso es posible. Así, con 45 años, habría conseguido vivir donde quiero y como quiero, con todo lujo de detalles, sin tener que endeudar mi vida a un banco y sin tener que renunciar a nada, aunque eso haya significado tener que dedicarle mucho tiempo libre a la casa.
Yo creo que no estamos locos por mudarnos en plena pandemia, creo que somos unos suertudos y ojalá muchísimas más personas en un estado similar al nuestro pudieran hacerlo (si es lo que les gusta) más pronto que tarde.
¿Y tú, te animarías a vivir una aventura como la nuestra o te quedarías cómodamente en tu pisito de ciudad?