Cultura y turismo, a veces, son lo mismo

Hacer turismo es una buena manera de cultivarse a uno mismo o misma. Viajar, explorar, adentrarse en otras tierras y culturas. Vivir experiencias únicas y conocer otras formas de vida, solo puede lograrse, a través del turismo o la aventura. El turista, generalmente viaja a otros lugares para conocer otras culturas y empaparse de ellas. Una escapada, aunque sea a un monte, ya aporta una nueva visión de la vida. Fauna y flora también enseñan al viajero como el mundo cambia cuando la mano del hombre no se entromete tanto.

En la actualidad, existen infinitas formas de ver el mundo. Viajando solo o en grupo, en familia o con amigos. A lugares remotos o centros neurálgicos del turismo como las grandes ciudades. Dadas las infinitas opciones, cada uno puede decantarse por la que más le convenga y se adapte a sus necesidades.

No es necesario irse muy lejos para conocer otras culturas. Dentro de un mismo país, puedes encontrar una gran diversidad de raíces que fluyen de forma diferente. Desde Andalucía hasta el País Vasco, pasando por las Castillas, España, muestra una variedad cultural muy rica. Antes de salir de tu país en busca de otras emociones, quizá, deberías probar por conocer a fondo la riqueza del tuyo.

Respecto a este punto en el que convergen turismo y cultura, hemos hablado con los expertos en turismo activo de Ecoactiva. Este equipo de profesionales del turismo, están de acuerdo en que primero, debemos conocer nuestros orígenes. Practicando el turismo activo, puedes adentrarte en los cimientos de una civilización. Explorar el terreno ya sea a pie, o en bicicleta. Observando a la naturaleza o a través de rutas de espeleología con las que podrás adentrarte en las entrañas de la tierra y conocer su riqueza desde dentro.

Aunque hay algunas personas que prefieren pasar sus vacaciones tostándose al sol, cuanto menos, siempre se acercan a visitar otros lugares cercanos a su destino turístico.

Dentro del turismo, puedes practicar el de aventura o el cultural. En cualquiera de los casos, enriquecerás tu mente y tu cuerpo. Cualquier experiencia diferente a lo que hacemos de forma habitual, nos proporciona otra visión del mundo y las personas.

Por ejemplo, practicar el turismo de aventura, puede convertirte en un verdadero superviviente, hacerte estrechar lazos con personas con las que no te relacionarías en tu vida cotidiana y valorar más la naturaleza.

Vamos a ahondar brevemente en estas dos formas de conocer el mundo.

Turismo cultural

Un país se define por su cultura. Incluso una zona concreta de un país puede presentar una cultura bastante diferente a otra, como ya decíamos párrafos atrás. La gastronomía, las gentes, su arte y la propia historia unida a las tradiciones concretas de cada tierra, convierten el turismo en la mejor manera de conocer mundo. Comprobar cómo viven las gentes de otros lugares y comparar con nuestra propia vida, suele dar como fruto una mayor empatía por parte de las personas forasteras.

Son muchos los que se van de viaje a países donde la pobreza está presente en cada esquina y vuelven con una percepción diferente de la vida. La humildad de esas culturas, enriquece más que visitar playas paradisiacas mojito en mano.

Viajar a ciudades con una riqueza cultural e histórica como Roma, Egipto o Francia, no puede sino hacer que el turista adquiera un conocimiento histórico que ayude a comprender el paso del hombre por la tierra. El cómo hemos llegado a donde hemos llegado, o de dónde venimos.

Adentrarse en la Europa central, visitar los lugares donde la Guerra, no solo causó estragos si no que dejo una huella indeleble en sus habitantes. Visitar los museos donde la historia cobra vida y observar como el arte ha evolucionado desde tiempos remotos.

Aunque basta con pasear por esos lugares y embeberse de sus gentes, su gastronomía y tradiciones para que la mente se abra y comprenda que todas y cada una de las culturas, tienen algo que decir y aportar.

Mismamente, España muestra una notable diferencia entre una Comunidad Autónoma y otra. Cada una con sus tradiciones, sus gentes y su forma de ver la vida: más relajada en el sur, más movidita en las capitales y más cerrada en el norte. En cada lugar puedes encontrar algo que se desmarque del resto y aprender mucho de cada cultura.

Sin duda el turismo cultural es el de las mentes inquietas, ávidas de conocimiento. El que más humilde hace a la persona cuando comprueba la diversidad y diferencias que existen dentro de un mismo mundo.

Turismo de aventura

Esta es la opción de los intrépidos. Aquellos que buscan emociones fuertes y aprender cosas nuevas o experimentar. El contacto directo con la naturaleza es una de las cosas que más atraen al ser humano. Por ello, la oferta del turismo de aventura no deja de crecer.

Por medio de empresas que realizan actividades, puedes conocer también otras formas de ver la vida. Aprender a sobrevivir sin nada, adentrarte en las cavernas, conocer mejor la fauna y flora de un lugar concreto etc.

Las actividades que se realizan pasan por las rutas en quad, el barranquismo o simplemente, hacer rutas de senderismo observando el entorno. El aventurero goza de este tipo de turismo que puede practicarse en cualquier lugar del mundo. Realizando este tipo de viajes en donde puedes explorar tanto el aire como la tierra o el fondo del mar, también cultivas tu mente. Al exponerla a experiencias, en algunos casos extremas, fortaleces tus emociones y aprendes a gestionar las mismas.

Lo que destaca en este tipo de turismo, es la destreza que tienen que poseer o adquirir las personas que lo practican. El esfuerzo físico y mental está presente en la gran mayoría de actividades que se ofrecen. La concentración y capacidad de cada uno es vital para poder aprovechar al máximo la experiencia.

Quizá no sea acto para cardiacos, pero sin duda una combinación de turismo de aventura con cultural, puede dar como resultado una experiencia de lo más gratificante.

Aunque nos hemos centrado en estos dos tipos de turismo, realmente, existen algunos más. Todos por igual enriquecen al turista. Según lo que se busque o pretenda de un viaje, cada persona elige uno de ellos o la combinación de todos. Al fin y al cabo, lo mejor es la variedad y en un viaje, puede combinarse la cultura con la aventura, la gastronomía con el sol o lo que cada uno quiera en ese momento.

Desde el turismo rural hasta el de playa y sol. Pasando por el de aventura, el gastronómico o el cultural. Para gustos, los colores. Lo que queda patente, es que todo lo que sea una experiencia diferente, en un entorno diferente y con una cultura diferente, enriquece.

Viajar es sinónimo de aprender, de cultivarse a uno mismo o misma. Sin importar demasiado el dónde, el cómo o el cuándo, ni mucho menos con quien. Lo importante es conocer mundo, ya sea a través de su naturaleza, sus gentes o sus museos. Realizar actividades culturales, de aventura o relacionadas con el medio rural, no riñen con sentarse a ver la puesta de sol en una playa paradisiaca o darse un baño en el mar.

Tal vez por esa necesidad de catalogar todo y encasillarlo, perdemos de vista que la realidad es que cualquier viaje que realizamos, se compone de turismo cultural, gastronómico y de aventura como mínimo. Es inevitable conocer el lugar a donde vas, degustar su gastronomía y pasar por alguna aventura o momento extremo durante el viaje. Luego ya depende de si vas al campo o a la playa que además, puedas gozar de una puesta de sol en la arena o en lo alto de la cima.

Como fuere, cultura y turismo, a veces, muchas de las veces, son lo mismo.